Un
largo tramo habían recorrido el caballo y el burro, cuando este último sintió
sus piernas flaquear ante tanto esfuerzo.
“Por
favor, toma mi carga. Estoy muy cansado y siento que puedo morir”. Pero el
caballo no le hizo caso y continuó la marcha sin percances. De repente, el
burro cayó moribundo en la tierra, y el amo no tuvo otro remedio que
echar encima del caballo, no sólo la carga del burro, sino también su piel.
“¡Vaya
destino tan fatal el que me ha tocado! No he querido ayudar al burro y ahora
debo llevar su carga y su piel”.
Moraleja: Si
no ayudamos de buena fe a los que nos rodean, tarde o temprano acabaremos en
peor desgracia.